miércoles, 30 de marzo de 2016

Abrazos de ida y de vuelta

Dicen las palabras que te vas, cuentan las sonrisas pausadas que están por dibujarse un poco lejos de acá, avisan los abrazos de amigos que otros relieves están por destinar nuevos caminos, sospecha el viento que otras corrientes despeinarán tu cabello. Y no hay despedida, se continua pisando el mismo mundo, la misma tierra, respirando el mismo aire, construyendo recuerdos, animando encuentros, mirando hacia el mismo cielo.

No hay despedida, es una nueva bienvenida que ha empezado con abrazos que se disfrazan de adiós, pero que no son más que impulsos para que se llegue lejos y se vuelva pronto, al aquí, al allá; volver siempre a algún lugar aunque nunca se haya estado ahí. Se distancian las huellas pero se unen los corazones, esos que vienen latiendo al mismo ritmo desde que la chispa de eso que llaman destino (exista o no exista ahí estuvimos), nos puso de frente, de espaldas, con un café y varios vinos. Seguirán latiendo, sabemos de ese ritmo.

A propósito de huellas, ¡cuántas han quedado!, a muchas de ellas debimos volver, todos, pocos, dos, uno, pero todos ahí, siempre ahí mirando para adelante, porque allá estaban los recuerdos que queríamos construir o los que construimos sin querer (seguro son los que más abundan). Pero no, no hay despedida.

Bueno, quizá sí, sí es una despedida, como la de cada café luego del almuerzo, como la de afán porque llegó el taxi, como la del "hablamos luego" por ahora me voy y nos vemos tal vez mañana. ¡Como la de "a la próxima sí tenemos que estar todos"! Todos los días hay despedida (apenas lo noto) y esta vez los deseos, los mejores deseos, en el lapso hasta la siguiente (despedida), se congregan, afloran, saltan, se alebrestan, son más fuertes y te llegan. Quizás porque habrá más distancia, más tiempo, otra tanda de vida por descubrir.

Parece que estamos en cada despedida, que finalmente sí la hay, preparándonos para una gran bienvenida. ¡Abrazos que van, abrazos que vuelven, abrazos que están!