domingo, 2 de diciembre de 2012

Mi familia, mi red social

Escenario 1. La habitación... Con mi pijama azul con blanco (de repente viene a mi cabeza la imagen del pájaro loco, si, así debía verme, con una sonrisa más tímida, alegre, sí, y sin plumaje colorado, pero para el caso, con pelo castaño negro y liso) iniciaba mi día en aquella casa enorme, de paredes gruesas, con la libertad que significaba quitarse las cobijas de encima, el levantarse casi en puntas para que la madera del piso se mantuviera en silencio y no traqueara, de manera que el sueño de mi hermano no se viera interrumpido, agarrar la ambulancia amarilla que había dejado estacionada sobre aquel mueble hecho con mimbre y abrir las puertas que, al menor movimiento, espantaban a los gorriones que robaban las hojas secas de las decenas de matas que adornaban el hogar alrededor del patio, para armar sus nidos en el filo del tejado.

Escenario 2. Los corredores... Una vez afuera, con el delicioso ambiente frío y ese viento fortachón que convertía, al oído, a aquellos pequeños maizales de los patios vecinos en mares vivos con oleajes supremos, la ambulancia se abría camino, se preparaba para su rumbo matutino, no sin antes corroborar, abriendo su puerta trasera, que la incómoda camilla plástica estuviera adentro, efectivamente, ahí estuvo y las llantas empezaron a girar. La tierra que los pajaritos madrugadores habían tirado al piso hacía que el sonido del andar del vehículo pareciera real, era el mismo que se escuchaba en las carreteras destapadas que había que transitar para unir a mis familias.


La ambulancia, ahora que lo pienso, era mágica, era capaz de bajar esos 7 helados escalones de cemento sin estrellarse, destruirse o detenerse. Por ahí continuaba el recorrido, llegando a esas enormes baldosas rojas y sin detenerse se encontraba de frente con esos dedos cuyas uñas estaban pintadas de rojo, yo sabía de quién eran pero una caricia instantánea en mi cabeza reconfirmaban la bendición de mi madre, ante mi aún somnolienta expresión dirigida a ella "la bendición".


Escenario 3. La cocina... Con la ambulancia detenida momentáneamente, mi pantalón de la pijama, a la altura de las rodillas, con un bonito color café (sucias), un exquisito desayuno me esperaba. Mamá es mamá y sabía a qué horas llegaba el conductor a su cocina y todo estaba preparado. Se hablaba, si, de muchas cosas se hablaba. Otra expresión, esta vez un "Dios le pague", era la despedida para continuar con el recorrido de la ambulancia, como un mal conductor, la cocina era atravesada en diagonal, desde la puerta de entrada del patio, hasta la puerta de salida del siguiente escenario, en ocasiones, al sucio de las rodillas se le sumaban los restos de arroz, huevo o pan que pudieron caer al piso, pero nada grave ante la sacudida que la madre del conductor de la ambulancia hacía con sus manos en las rodillas para despedirlo.


Escenario 4. El solar, hacia la copa... Para algunos el huerto, para mi el solar, un sitio encantado, tras la salida desde la cocina, siete escalones más y la ambulancia se encontraba sobre la tierra, en ocasiones gramilla a la que mi papá le prestaba cierta atención para que creciera; con tierra o con gramilla, el lugar, insisto, era encantado, hasta ahí llegaba en mi vehículo y caminaba, consentía a la 'Kuky' (nunca había escrito este nombre, pero siempre me lo imaginé con 'K'), mi perrita negra, con una mancha blanca en su cuello, me acompañaba hasta aquel diminuto túnel por donde salía y entraba un ratón. Tras haber sido cómplice de haber matado a uno en días anteriores, llevaba pedacitos de comida y lo dejábamos dentro de ese agujero, supongo que era un acto de ofrecer disculpas a la familia roedora, la comida siempre desaparecía y me aseguré de que no fuera la Kuky quien se la comiera, espero que se hayan alimentado.


Varias vueltas caminando debajo de los árboles de tomate, del maíz, de las brevas, de las plantas de curuba, de mora, buscando los frutos de cada planta para reportarlos más tarde a mi padre, que en lo sucesivo, de seguro aparecería. Entre tanto, llegaba a ese enorme árbol, en el cual reconocía el camino para llegar hasta su copa, desearía recordar a qué tipo de limbo llegaba al estar ahí, sólo tengo claro que pasaba mucho tiempo, viento, voces de vecinos, a veces sonrisas, (o risas, era un pájaro loco en aquel árbol), pasaba la vida, una tranquila vida, con el fondo verde de aquellos paisajes montañosos del macizo colombiano.


En una plataforma de madera, resultado de un proyecto de casa de árbol que nunca culminó, posaba siempre el mejor kit que existía para hacer bombas de jabón, era un mate con la combinación mágica de agua y jabón para hacer eso, bombas (para mi siempre fueron bombas, nunca pompas), un tubo de madera, todo ello, era 'made in papá'. El reto permanente era hacer la 'bomba' más grande, duradera y era un éxtasis ver que se desvanecían en vez de explotar.


Escenario 5. La copa, hacia el solar... Lo dicho, mi papá de repente aparecía al lado de la 'Kuky', dos recipientes en manos, uno rojo, un poco quemado accidentalmente por haberlo dejado sobre una parrilla caliente, otro amarillo, creo que también quemado, era el momento de aprovechar la fertilidad del solar. Iniciaba el concurso, de quién era capaz de recoger más cantidad de frutas, yo veía que mi papá siempre iba ganando (a pesar de mi trampa de echar un ojo previo), sin embargo al final había un ganador, yo, o al menos un empate. Pero ganaba la familia, pues para el almuerzo, los jugos eran frescos y naturales, el chocolo (mazorca) asado o frito y el dulce de breva acompañarían 'las dietas' nunca existentes, de la semana.


Escenario 6. El patio... La ambulancia volvía a su estacionamiento, esta vez en manos de mi hermano, con sonidos de frenos, curvas, motores que sólo él podía imitar, con mis ojos más abiertos, con una sonrisa de admiración iba al lado para no perder detalles, era simplemente espectacular, las maniobras y efectos 'visuales' no tenían comparación.


En un abrir y cerrar los ojos, estamos hermano, mamá, papá y yo en torno a un balón 'multifuncional', jugamos fútbol, baloncesto, volleyball, escalera , 'tiro tiros' (un arquero y los demás patean para hacer gol), en fin, el gran trofeo siempre fue la risa, la unión, la familia. Este escenario, como tantos otros podría escribirse en miles y miles de letras, pero como no se trata de una despedida de vida, si no de muchos recuerdos gratos por compartir, estos quisieron resumirse, salir a flote y abrirse campo en esta red social, menos social que una familia, pero perfectamente numerosa, todos nos seguimos, todos nos continuamos dejando huellas permanentes en los muros, en nuestros TL sin necesidad de un artificio más que nuestras presencias.