martes, 26 de noviembre de 2013

Sala de profes'

Desde una esquina de un lugar ajeno, la siempre respetada sala de profesores de una familia educativa, en la cual estas letras están de paso, se percibe, se siente, se convive, se interactúa y yo, yo describo.

Empiezo con la profesora que logra concentrarse en su escritorio para avanzar en sus actividades, a la vez que atiende a sus estudiantes, relata el día de ayer, conversa con sus colegas los escucha a todos, eso es evidente. Todo eso, sin que signifique una mínima confusión con los datos que consigna en su planilla de notas.

Se abre paso la docente que disfruta de los cachetes de uno de sus colegas, mientras le insinúa que, por su calvicie, ya no se le podrán hacer cachumbos, cada palabra perfectamente pronunciada en el tono costeño característico del profe' pre-calvo. Complementa la docente su gran arribo con una anécdota sucedida, por lo visto, hace pocos minutos, se nota en su risa pícara, ojos saltones y afán por contarlo, es claro que no quiere perder detalles, no quiere olvidarlo y procede a socializarlo de inmediato:

“En el examen, les pedí que traduzcan la frase: María llama por teléfono a su amigo, y un estudiante adivinen qué respondió, María flame telephone friend ¿ah?, ¿ah? Por favor, no le puso ningún solo verbo a la frase, ¿ven? "flame", ni un verbo”

Está también la docente que tiene una pregunta “jocosa” para cualquier comentario. Por ejemplo, una profe (la que se divertía con unos cachetes, ¿la recuerdan?) mencionó que iba a estudiar Biología y, casi de manera instantánea interviene la profesora de las preguntas. 

_ La de las preguntas: Pero la Biología es muy bonita o, ¿es que usted no le interesa la anatomía?_ La de los cachetes: es que soy muy mala para las matemáticas._La de las preguntas: ¿Es que no sabe cuánto es uno mas uno?, o más bien ¿no le gusta la mitad de uno?

La profesora de las preguntas pasa a apoyar a la colega a quien nada la desconcentra (la del comienzo, la de la planilla de notas) y, con calculadora en mano, colabora en “la sacada de notas”, con el añadido de hacer los cálculos mentalmente y corroborarlos luego con dicha calculadora, (¡trabajando con TIC!, grita la profe). Debo admitir que las cuentas sólo le fallaron decimales un par de veces.

Hay otro docente, el que está más cerca de mí, quizás hasta está viendo lo que escribo, es el serio, joven, joven y serio. De vez en cuando suelta una risa y todo lo que menciona lo fundamenta, con sus estudiantes es igual, fundamenta cada detalle. Ellos (sus estudiantes) saben que este profesor habla en serio y tiene razón en lo que dice, así no tengan idea de lo que está hablando. Pasa un caso especial, un trabajo que empieza a llegar sobre las 9:30 AM, el cual debió entregarse a las 7:00 AM; la retahíla es difusa, es la respuesta de este profe', los estudiantes se dan por vencidos, saben que entre tanta parla, hay un ¡no! rotundo.

Esto de enseñar filosofía es una chimba, ¿oyó? Que me trae el taller de Dios. Me comenta el profe en su proceso de recepción de trabajos. ¿Viene siendo como una especie de carpintería?, pregunté desde lo más espontáneo de mi ser, sus carcajadas, supongo, fueron muestra de que la respuesta no era tan mala.

Hay aquí otro par de profes, pero con la premura del tiempo, de su tiempo, no pude detectar sus interacciones para escribirlas aquí, una llegó comiéndose un helado de queso y la otra me cedió su pupitre para acentar mi tinto y escribir el borrador de este escrito.

Han pasado sólo 30 minutos y me sobran detalles, risas, me faltan letras, hojas. Los profes' sí que son una gran materia prima de historias, ¡cuántos profesores en el mundo!, ¡cuántos momentos! de su año lectivo a año lectivo, de su mes a mes, de su día a día, de su hora a hora, de su minuto a minuto.