lunes, 27 de junio de 2022

¡¿The?! ¡¿Desert?! ¡¿Marathon?! Ajá

Nota introductoria con un poquito de advertencia: si alguien llegó por aquí a leer y es de aquellas personas a quienes les gusta sorprenderse buscando nuevas rutas para conocerlas corriendo, trotando, caminando o gateando (bueno, gateando no -gif de Homero Simpson diciendo "no, no, no, bueno sí"-) no siga leyendo, para que no se pierda la experiencia propia y más bien vaya y esté pendiente de la próxima edición de #TheDesertMarathon.

Empecemos con este relato que, creo, será de lo más extenso que he de escribir por este, por ratos, abandonado blog.

Día 1. Como aquella historia patria en la que nos cuentan que deslumbraron a ancestros y ancestras con espejos, así buscaba y perseguía uno a uno un conjunto de nudos, con suficiente tela sobrante, para que capturaran mi atención al brillar y simular un movimiento, como una estrella titilante. Y es que la oscuridad era protagonista, presente siempre, al menos en el entorno cercano, al menos entre nudo y nudo que se creía lucero, que invitaba a seguir un camino, uno desconocido, pero al que asistí como por inercia y con adrenalina.

Y ahí estaba una primera línea de luz, ¿una ciudad?, quizás, lejana para decidir de cuál se trataba. Así como apareció la línea luminosa artificial, así desapareció y seguí concentrado en los luceros de tela, de nuevo, en medio de la completa oscuridad. Trotar, caminar, sentir el calor refrescado por la brisa, sentir aún más la ausencia de brisa, pero seguir, avanzar, siempre avanzar. Entre nudos, telas, pasos y respiración agitada, hubo oportunidad de saludar la presencia de otras y otros presentes, anfitriones, camuflados de oscuridad y de pocas palabras, pero latiendo y, seguramente sonrientes, como intentaba estar yo en cada saludo de buenas noches. 

Hubo, más que una meta, una llegada a un nuevo punto de partida. Un punto de partida que, aún estando más oscuro, me mostró un cielo estrellado, un cielo que pocas veces he visto con tanta concentración, era como si cada nudo del camino, de esos que se creían luceros, los hubiera recogido para disponerlos allá arriba, en ese infinito cielo razo, todos los recogimos y los dispusimos por miles y millones en el manto que nos cubrió por el resto de la noche.

Día 2. Ya sin rastros de la a veces fresca noche estrellada, ¿fue un sueño acaso?, pudo haberlo sido, empezó otro sueño entre naranjas y azules intensos que se fueron desbaneciendo para darle paso a un Sol, aquel que me acompañaría en otro camino, uno casi libre de verdes seres en el suelo y de seres blancos en el cielo, muy, muy libre. El camino se abrió paso, esta vez los luceros eran fucsias, tan radiantes que el Sol celoso decidió hacerles frente y hacer sentir más y más su presencia en cada paso, de los lentos y de los no tan lentos.

Hubo ganas de detenerse, respirar y tomar un descanso, uno en donde no estuviera el Sol, pero ahí estaba, como detenido esperándome, si yo daba un paso, él también, así lo comprendí y no había otra solución que continuar de su mano pero a mi paso. El infinito 'del anoche' lleno de luces que juegan a encender y apagar, se trasladó a esta mañana de tonos amarillos, de vientos arenosos y de corazón agitado; en vez de estrellas, pequeñas rocas que al ser pisadas en cada paso, recordaban el 'tic - tac' de los relojes, un 'tic - tac' que podía ser lento o no tan lento.

De nuevo una nueva meta, un punto de partida donde, de nuevo, anfitriones, ancestros, visitantes y personas que ya habían dado sus pasos esperaban la llegada de los otros con alegrías y bienvenidas, bajo el único rectángulo de sombra que, al fin, nos separaba del "amigo Sol" (de repente me puse a cantar "sale el Sol por la mañana, sale el Sol a calentar, siempre sale por el este, hoy yo lo voy, a saludar, ¿cómo estás astro de fuego?". "De repente", mientras escribo, pues en el camino con su compañía quizás solo pensaba en avanzar y avanzar. Ah, y en que no se acabe el agua).

Día 3... (Le di 'play' a "El Sol", qué buen tema, aún suena mientras traigo palabras para este nuevo día). La belleza está en todas partes, todas, sin olvidar que, aunque bello, no necesariamente es el ideal. ¡Qué gran día! Todos lo fueron y este último simplemente corroboró cada sensación pasada y, para el día, presente. Cada paso era un nuevo punto de partida, pero no para un nuevo camino por recorrer, sino para cada sentido, los cinco que ya tenemos, el sexto que seguramente también se despertó y otros tantos que ni sabíamos que teníamos, pero que ahí estuvieron presentes. Cada paso era una mirada, una sonrisa, una vuelta de 360° para no perder ningún detalle, un nuevo ángulo, un sonido, un horizonte, una cima a la cual llegar, una huella por dibujar en (terminó de sonar "El Sol") la arena humedecida por el mar, seca ipso facto por el Sol.

No habrá suficientes ráfajas de fotos que retraten las huellas de este último día y no las que marcaban mis suelas, sino las que con cada detalle maravillaban mis ojos, de nuevo deslumbrado, ya no por nudos como estrellas, sino por composiciones por cada paso, composiciones que mezclaban agua, arena, tierra, rocas, viento, cielo, nubes, cercanías y lejanías; éxtasis en cada respiro agitado, un completo éxtasis.

Y así finalizó: sentidos, sensaciones, realidad y fantasía parecieron estar presentes y mezcladas de infinitas formas en el antes de anoche, el ayer y el hoy. Y el hoy más actual, de seguro el siempre y el mañana, ¿una experiencia para repetir? Aún no lo sé, ¿una experiencia para repetir con un propósito más exigente? Tampoco lo sé. Ya es una experiencia que se construyó o se ha empezado a construir. Ya veremos.

Fin (con sonrisas de ancestros, de detalles sin contar, de compañías, de individualidades, del día, de la noche, de la cultura de lo que se ve, no se ve, se desconoce y, sobre todo, se respeta).