miércoles, 8 de febrero de 2012

Aquella primera vez...

Es una situación i/rrepetible, o quizás no lo sea (del mismo modo y en sentido contrario), sin embargo espero que no vuelva a suceder. Eso sí, debo admitir que, aunque me gustó y lo disfruté, definitivamente prefiero no volverlo a hacer. Si, redundante, pero, no volverá a suceder. NO. (¿o sí? bueno, les contaré si sucede, por ahora continuemos...)

Todo sucedió durante un fin de año, esa época mágica en que se nos cose una sonrisa permanente, desde finales de noviembre y que termina a mediados de enero, pero que a uno, como contratista y "entregador" de informes, como evidencias para que le crean que sí se trabaja, se le reduce a una semana; semana en la que se intenta acaparar el 24 y el 31 de diciembre.

Pues bien, hace años (más de 10, tal vez) me detenía a pensar durante las fiestas de familiares y amigos, entre esos sentimientos de los "grandes" que se debatían entre el dolor, la emoción, la alegría, el desconcierto y besos mojados y salados (por aquello de las lágrimas a la hora de los abrazos), en que quisiera que llegara por fin mi primera vez; sí señores, mi primera vez en pasar estas festividades, en las que nunca me despegaba de mi familia, amigos y vecinos, en un plan completamente solitario.

Mi primera vez llegó, pero hubo varios patrocinadores que confabularon para que esto se diera. (1) Los mencionados eternos informes. (2) Las aerolineas que viajan para mi tierra, Pasto, que por un solo trayecto esperaban que pague $800.000, léase bien, "un solo trayecto". Era más barato un viajecito a Buenos Aires. Supongo que eso hace parte del monopolio que Avianca tiene en mi tierrita, y Satena, la "competencia" acolita esos precios (¡abusivos!). (3) Disponía de sólo 6 días de relativa calma laboral. (4) Mis intenciones, desde hace una década para estar solo en estas navidades y año nuevo.

¿Ven? son cosas del destino, ¡cuál destino!, fue una situación de: problema de vagancia, plata, tiempo y decisión, ¡punto!.

La temporada finalmente transcurrió, pasaron los días en completa calma, ¡ah! pero fue necesario, una vez sabía que no estaría con mi familia, recurrir a llamadas, tipo terapias con "tacto", para que se entendiera que yo iba a estar bien durante ese tiempo, que se despreocupen, que gocen, que por acá, ¡todo bien!

Lo que me gustó: Caminar las dos horas previas a la despedida de año nuevo en esta ciudad, Bogotá, con tal calma que los movimientos de quienes también andaban en la calle en busca de llegar a su destino podrían ser envidiados por el mismo Speedy González. Me gustó también el hecho, no planeado, de llegar a casa justo 5 minutos antes de las 12 (admito que llegué a escuchar la canción respectiva), sin la botella de vino que quise comprar a última hora, aquella que no conseguí, porque en Carulla sólo venden licor hasta las 11. Y me gustó cenar el mejor arroz con pollo que he hecho en mi vida, aunque tenía carve en vez de pollo (en serio, era delicioso, lo juro).

Lo que se vino a mi mente: Dicha y decepción, pues, pudiendo escoger entre estar rodeado de mi familia, amigos, compañeros y gente a quien aprecio, o estar solo, escogí lo último. ¿Por qué dichoso? porque pude decidirlo, y ¿por qué decepcionado?, porque me resultó injusto, al hacer remembranza, saber que hay personas que no decidieron estar solas ni en esta época ni en ninguna y mucho menos aisladas de su familia. Fueron otros quienes lo decidieron, gente que quizás no son gente, decidieron "jugar" a eso que llaman secuestro y lograron que la soledad no fuera un momento de retiro, de placer, de satisfacción, sino un flagelo que borra sonrisas, miradas, abrazos, besos mojados y salados.

El cúmulo de sensaciones dispersas en esta experiencia del "yo con yo" mental, es el mismo que seguramente se detalla al leer esto que está por finalizar. Son saltos emotivos, de lo placentero a lo desconocido, de los cambios a las monotonías, de todo a nada, saltos, saltos que no tienen relaciones específicas, pero que hacen parte de esta vida que transcurre y en la que, por voluntad divina, por evolución, por descarte, por "ovni"presencia deberíamos tener derecho a disfrutar a nuestro acomodo sin desacomodar a quien está al lado.

"Sobre la marcha, los ojos deben estar más abiertos que de costumbre, es cuando los hechos tratan de escabullirse bajo tus huellas"