lunes, 15 de agosto de 2011

No odio a los médicos, es sólo que no confío...

A medida que "mi" uso de razón era "mío" y sólo "mío", decidí abandonar las citas médicas, ese tipo de encuentros no eran para mi, las cajas de pastillas, las inyecciones, los jarabes, y demás, ganancia de esa visita al señor de los audífonos plateados, iban a parar a un cajón de mi nochero juvenil; ahí se acumulaban hasta que se vencían o hasta que alguien mas las necesitaba.

Y es que mis últimas citas con estos señores resultaban tan decepcionantes, que me confirmaban aún más el deseo de no verlos nuevamente, al menos no desempeñando su trabajo para mi:

"_ Yo: Doctora, tengo esta complicación en las yemas de los dedos. 
_Dra: ¿Hace cuánto le sucede?
_Yo: Hace un par de meses
_Dra: ¿Qué será lo que le pasa?
_Yo: ¬¬
_Dra: ¿Será que le receto una cremita?
_Yo: ¬¬"


En fin, dejé de confiar en ellos, para toda dolencia, la solución es una droga, para dolencias más fuertes... drogas más fuertes.

En mis últimos intentos por evitar la droga y dar una oportunidad de confianza al sistema de salud que cotizo, les preguntaba qué debía dejar de hacer para evitar ese tipo de inconvenientes en mi salud, y por alguna razón, la respuesta siempre fue una receta de medicamentos. Al parecer, la respuesta de una posibilidad para quitar de raíz la causa de cualquier inconveniente en mí, no iba a encontrarla ahí.

Como para rematar, se vino hace poco el escándalo de las EPS, negocios en donde lo que menos importaba era el "cliente", ni siquiera eran los médicos los que importaban, sino sus jefes, sus administraciones, su enriquecimiento (ilícito), su fortuna. ¡Entre los robos, el que más asco me da!

A raíz de todo esto, el hecho de saber que una persona esté enferma y requiera ir a su EPS, implica preocuparse 5 veces más, 1, por la dolencia, 2, por el tiempo de su recuperación, 3, por la medicina, al parecer estándar, que cura desde un dolor de cabeza, hasta un derrame cerebral, 4, porque los 15 minutos que dura la cita, aparentemente son suficientes para saludar, recetar y despedir, 5, porque pagamos para que eso suceda.

Yo simplemente iba a hablar de lo preocupado que estoy porque un amado y conocido ser humano está en atención médica, y sólo me resta confiar en la verdadera misión médica, en los verdaderos procesos de curación, y por supuesto, en ese man que está en todas partes, llamado Dios, y es ese ser, ese vacío, ese todo, ese nada, esa columna, esa base, ese suspiro, esa fe, esa confianza, esa fuerza, ese algo, en que, junto a mi familia y amigos nos unimos para enviar todas las energías requeridas para que la situación prospere.